POETA EN NUEVA YORK – OBRA DE FEDERICO GARCÍA LORCA

Manhattan 1931, Nueva York del Poeta en Nueva York

Poeta en Nueva York es el titulo de un poemario que consta de 34 poemas, escrito por Federico García Lorca ambientada principalmente en Nueva York, pero también en Vermont y Cuba en 1929 y 1930. Publicado en colecciones españolas (por ejemplo, Poeta en Nueva York) en 1940 y en inglés en 1940.

La obra refleja la sensación de aislamiento y depresión del poeta en ese momento, menospreciando la moderna civilización industrial tecnológica representada por una ciudad de Nueva York deshumanizada, materialista, hostil y caótica.

Contenido de poeta en Nueva York

Poeta En Nueva York consta de diez partes.

El primero, titulado “Poemas de soledad en la Universidad de Columbia”, reflejaba la soledad y el aislamiento que Lorca vivía en Nueva York. Se ve a sí mismo como una víctima del caos en su vida y reflexiona sobre la inocencia de su infancia.

La segunda parte, “Los Negros”, y la tercera, “Calles y Sueños”, se centran en los temas religiosos de Paraíso perdido y la danza de la muerte.

En “Los Negros”, García Lorca retrata a la comunidad afroamericana como víctimas inocentes de la civilización blanca que se levantará en busca de venganza. En un mundo caótico y despiadado, Los negros se ha convertido en símbolo de una humanidad confundida (Del Río de García Lorea, p. xix).

En Calles y sueños, Lorca presenta un retrato de una ciudad moderna y desolada. La sección comienza con un poema titulado “La danza de la muerte“, en el que una grotesca máscara africana llega a Nueva York para presentar la danza.

No son los muertos los que participan en esta danza, sino los vivos. El dolor y la muerte proliferan, y el mundo es consumido por el poder, la codicia y el deseo.

Las partes cuatro y cinco, “Los poemas de Eden Mills” y “En la cabaña del granjero, el campo cerca de Newburgh”, muestran a Lorca huyendo de la ciudad en un encantador entorno rural. El hablante cambia de tono, suavizando su visión del mundo y yuxtaponiéndola a la belleza del idílico oasis en el que se encuentra.

En varios poemas, sin embargo, la presencia sutil de la muerte se convierte en el tema principal de la siguiente sección, “Introducción a la muerte, poemas de soledad de Vermont”. La soledad del hablante ahora se parece más a la meditación que a la emoción.

Sus palabras y pensamientos se volvieron más desarrollados. El triunfo de la muerte ya no es un disfraz trágico, sino una fuerza universal, impersonal, parte inseparable de la vida (Del Río en García Lorea, p. xxii).

En la séptima estrofa, el hablante hace “Regreso a la ciudad”. Ahora tiene la mente clara y rápidamente rechaza lo que ve como materialismo y codicia.

En la siguiente entrega, “Dos Villancicos”, se queja amargamente de su vida en Nueva York. En “Cry to Rome: From the Chrysler Building”, acusa a la cultura urbana moderna de traicionar el espíritu cristiano y ofrece perspectivas proféticas sobre la esclavitud humana y la guerra.

En “Oda a Walt Whitman”, el orador denuncia lo que él ve como la corrupción moderna de los ideales de humanidad, democracia y amor predicados por Whitman.

Las dos últimas partes de la serie, “Despegue de Nueva York, dos valses a la civilización” y “El poeta llega a La Habana”, describen el feliz escape del orador de Nueva York a la “civilización”, el mundo de habla hispana. A partir de aquí, la vida cobra todo su sentido y retrata la vida en Cuba de una manera positiva y folclórica, inspirada en las canciones y costumbres del pueblo afrocubano.

Autorretrato de Federico García Lorca para Poeta en Nueva  York

Autorretrato de Federico García Lorca para Poeta en Nueva  York. F. García Lorca, dominio público, vía Wikimedia Commons

Poemas representativos de Poeta en Nueva York

Se puede decir que tres de los 30 poemas de Nueva York, “El rey de Harlem”, “El amanecer” y “El hijo negro de Cuba”, representan la obra completa. Los dos primeros reflejan la visión del orador sobre Nueva York. Este último expresa la alegría y el alivio de regresar al país de habla hispana.

“El rey de Harlem”

Este poema es de la segunda parte del libro, “Los negros”. Una serie de imágenes surrealistas, el poema se abre en cuatro estrofas y presenta un distrito reprimido de Harlem lleno de afroamericanos desesperanzados y oprimidos.

Es una escena oscura y cruda que expresa un espectáculo trágico: “con una cuchara / le sacó el ojo al cocodrilo / le pegó en la cara al mono” “los niños aplastaron a la ardilla” (García Lorca, Poeta en New York, p. 19).

Menciona la posibilidad de la resistencia negra: “La chispa eterna todavía duerme en el pedernal” (Poeta, p. 19). Estos versos “representan la visión del mundo del poeta en el que piensa pasivamente, un mundo que su conciencia acepta como lleno de violencia, dolor y hedor” (Craig, p. 56).

Las estrofas quinta a séptima cambian el tono y la dirección del poema. El orador reacciona a lo que vio, diciéndoles a los afroamericanos que corrijan la injusticia que les inflige la sociedad caucásica: “Debemos matar a los vendedores ambulantes de pelo amarillo / y a los tipos de manzana y arena”. “¡Tú, Harlem! ¡Tú, Harlem! ¡Tú, Harlem! / Ninguna agonía para igualar tus tumultuosos rojos,… / tu gran rey cojo con traje de portero” (Poeta, pp. 19-21).

En lugar de imágenes surrealistas que pintan un cuadro de opresión, el hablante de estas estrofas llama a la comunidad afroamericana en un lenguaje muy claro, promoviendo la violencia para lograr sus objetivos para que el Rey de Harlem pueda cantar con su pueblo y sacarlos de el sometimiento de la sociedad blanca.

Los versos octavo y noveno aliviaron temporalmente el estado de ánimo del anterior. De nuevo, el hablante describe la noche sin luna y menciona a los blancos bebiendo whisky: “Beben whisky de plata frente al volcán” (Poeta, p. 21). La imagen anunciaba la sangre de lava que estaba a punto de fluir y engullir a los estadounidenses de origen europeo. El volcán, central en la visión de Lorca de la cultura africana de Harlem, “parece estar lleno de rabia y lujuria, listo para estallar” (Craig, p. 57).

La décima estrofa repite los primeros versos del poema y culmina de nuevo, esta vez con “Negros”, “Negros”, “Negros”, “Negros”. Repita para formar un canto que nos prepare para la sangre venidera, como se describe en los próximos cinco versos. “La sangre no tiene puerta en tu noche, y tu rostro está hacia el cielo”, dijo el orador (Poeta, p. 21). Es decir, la sangre que late bajo la piel del negro no tiene salida y termina por desbordarse e inundar la tierra: “La sangre corre. Corre por todos lados en techos y galpones. …./ y estalla en humo amarillento”, es decir Lava Ceniza de los volcanes (Poeta, p. 23).

Durante las siguientes tres estrofas, este estallido de emoción es silenciado. Cocineros afroamericanos, camareros blancos y sirvientes, “los que limpian con la lengua/las heridas de los millonarios” buscan en las calles a su rey que actuará como salvador de la opresión de la civilización europea (Poeta, p. 23 pág.). Un viento del sur sopla a través del lodo negro, sugiriendo el orden primordial del mundo (Craige, p. 57).

También hay una pausa para preparar al lector para las estrofas finales que expresan el triunfo de la rebelión afroamericana. El orador ordenó al negro que no intentara escalar el muro impenetrable que rodeaba la ciudad para ganar la libertad, sino que “buscara el gran sol central” (Poeta, p. 25), c. Redención en la naturaleza. Luego, el orador vuelve a cantar “Negros” para motivarlos.

La última sección describe lo que sucede cuando los negros heredan el mundo después de que se destruye la ciudad. El hablante les insta a no tener miedo a la muerte, ya que es un fenómeno completamente natural: “Jamás una serpiente, una cebra o una mula/Palidecerá en una muerte instantánea” (Poeta, p. 25). Una vez que la ciudad sea destruida, los afroamericanos recuperarán las sociedades industriales y tecnológicas que los aislaron y oprimieron, y los absorberán de nuevo en la naturaleza: “Gente negra, solo entonces, solo entonces, solo entonces/Puedes besarte en la bicicleta Tu manía /o el microscopio de apareamiento en el agujero de la ardilla” ( Poeta, p. 25).

Finalmente, el orador anunció que había oído hablar del destino de los afroamericanos: “¡Tú Harlem disfrazado! / ¡Tú Harlem amenazado por tus pantalones! / Tus susurros vienen a mí” (Poeta, p. 25). Las líneas llaman a Harlem un centro de vida nocturna para negros y blancos por igual. La amenaza de un “baúl de streetwear” sugiere que un grupo de caucásicos elegantemente vestidos que llegan a Harlem todas las noches beben casualmente en los muchos salones de baile y bares (C. Brian Morris, “Cuando yo me muera”, p. 27).

Los oradores argumentaron que tales invasiones eran perjudiciales para la supervivencia de Harlem y reconocieron que los afroamericanos desdeñaban tales insalubres violaciones de sus comunidades.

Los poemas de Lorca presagiaban un poco lo que sucedería cuatro años después de su partida. En 1934, como predijo Lorca, estallaron disturbios en Harlem debido a las dificultades económicas provocadas por la Gran Depresión y las crecientes tensiones entre la comunidad negra y los empresarios blancos.

La sensibilidad de Lorca hacia Harlem, su intuición para las dinámicas de Harlem y su habilidad como observador externo le permitieron escribir un poema con esta visión profética. Lorca tuvo una simpatía de por vida por los gitanos de España, que se transformaban en el nuevo mundo a través de los negros, que para él representaban “una manifestación trágica de la fuerza de la sangre de la vida que aprisionaba a la civilización.

El mecanicismo y la despersonalización, es decir, Nueva York”. (Craig, pág. 55). Su aislamiento, marginación y opresión caucásica anunciaron una grave injusticia que podría remediarse con el ascenso de los negros y la eliminación de su terrible condición.

Dibujo de Federico García Lorca para Poeta en Nueva York,

Dibujo de Federico García Lorca para Poeta en Nueva York, F. García Lorca, dominio público, vía Wikimedia Commons

“La aurora” (“Amanecer”)

En la sección “Calles y Sueños”, el poema retrata a Nueva York como un gigante moderno, tecnológico e industrial cuyo entorno creado por el hombre envenena a sus habitantes.

Comparada con la Andalucía natal de Lorca, una ciudad de rascacielos y cemento, acero y vidrio, Andalucía es un hermoso paisaje de olivares y campos de cítricos sin grandes ciudades.

Lorca culpa de la difícil situación de los neoyorquinos comunes a las aglomeraciones urbanas modernas. Sintió que hacía que la gente perdiera de vista las cosas importantes y los hacía trabajar sin cesar por la existencia de los desechos. No importa cuánto lo intenten, el resultado es el mismo: este ser perdido.

En este poema, en lugar de esperanza y luz, el amanecer trae oscuridad y desesperación. Estos son los poderes de los grupos tecnológicos e industriales para acceder a humanos esclavizados y no despiertos.

Las dos primeras estrofas describen el amanecer en Nueva York trayendo “cuatro pilares de barro / Y una tormenta de palomas negras / Salpicaduras de agua muerta”. Gimió en los altos escalones, “buscando salientes/calcos tallados en nardo [tuberosa]” (Poeta, p. 63). Los símbolos positivos tradicionales de paloma/paloma y agua se compensan con las palabras “negro” y “muerte”.

En la tercera estrofa, el locutor compara la aurora con el amo de las masas: “Ha llegado la aurora, y nadie la puede aceptar, / Porque aquí no hay mañana ni esperanza” (García Lorre de La Moneda Card, p. 209; traducido por C.B. Morris). En el comandante ceremonial, un grupo de monedas enojadas entró y devoró a los niños abandonados. Fue una clara reprimenda a la fuerza corruptora del dinero, representada por Wall Street, y al materialismo que el orador vio en la ciudad. También fue una crítica a una ciudad que el orador consideró irrespetuosa y sin vida.

La cuarta estrofa alude a la conciencia de muerte de los ciudadanos: “Conocen la verdad en sus huesos” (Poeta, p. 63). También saben que no hay cielo ni pasión sin hojas, un atisbo de liberación de la culpa sexual al volver al Jardín del Edén. El mundo natural y las esperanzas parpadeantes se extinguen en la jungla de cemento. Los neoyorquinos se recrean mecánicamente, trabajando sin cobrar.

Son cubano

El son es una música bailable de estilo urbano desarrollada en Cuba a principios del siglo XX. Combina elementos del pop español, como la guitarra, con elementos prestados de la música bailable de estilo afrocubano, la rumba. Además de los ritmos africanos, Son también ha adaptado canciones de llamada y respuesta de rumba.

La estrofa final vuelve a la imagen de la luz enterrada en la tierra y el acero de Nueva York. La falta de luz muestra el carácter antinatural y deprimente de Nueva York. Los insomnes vagaban por el barrio como si escaparan de un naufragio sangriento.

“Son de los negros en Cuba” (“El hijo negro de Cuba”)

Este poema es el último de la colección y proviene de la décima parte de Poeta en New York, “Los poetas llegan a La Habana”. Como su nombre indica, la obra fue escrita poco después de la llegada de Lorca a la isla.

Refleja los sonidos de la danza cubana o ritmos de inspiración africana. El orador dijo que viajaría a Santiago de Cuba en una noria negra en luna llena. La luna de Lorca simboliza la muerte, y el símbolo tradicionalmente positivo del agua es negado por la palabra “negra”.

Parece que el vehículo flotante puede ser un coche fúnebre que transporta al orador a San Diego. “Me voy a San Diego” es el estribillo del poema, repetido 19 veces en total, e igual número a lo largo de la obra (Poeta, p. 137).

El coro añade musicalidad y ritmo armónico al poema, lo que sugiere que debería cantarse en lugar de simplemente leerse.

Los versos 8 y 10 sugieren una transformación: “Cuando la palmera se convierte en cigüeña” y “Cuando el plátano [árbol] se convierte en medusa” (Poeta, p. 137). Los árboles quieren convertirse en animales del aire y del mar, perdiendo así su identidad en la tierra. Tal vez también estén tratando de escapar, al igual que el hablante, o tal vez también estén tratando de escapar de la muerte (Harris, p. 67). San Diego puede verse como un santuario de la muerte, un santuario de la cultura urbana moderna.

Las referencias a los humidores cubanos en los versos 12 y 14 aluden muy indirectamente a la infancia de Lorca: “Iré a Santiago / Con los cabellos amarillos de Fonseca /… con la rosa de Romeo y Julieta” (El Poeta, p. 137). El padre del poeta fumaba cigarros cubanos, y cuando era niño, a Federico le encantaba mirar las imágenes de la caja, algunas de las cuales eran del retrato del líder independentista brasileño Manuel Deodoro da Fonseca.

El surrealismo de García Lorca

La depresión, el aislamiento y la confusión que Lorca experimentó en Nueva York llevaron a la poesía a utilizar imágenes oníricas para transmitir la visión del poeta de una ciudad industrial y tecnológica moderna, que él consideraba inhumana.

El poeta neoyorquino representó un alejamiento radical de la poesía temprana de Lorca, especialmente del romancero gitano. Este cambio es similar al cambio dramático en el entorno de vida de Lorca.

La mayoría de los críticos llaman a Poeta en New York una obra de influencia surrealista, pero no una verdadera representación de ella. Si bien las obras surrealistas a menudo expresan un flujo de pensamiento en el que se rompen las barreras entre el consciente y el subconsciente y, a menudo, el poema en sí mismo es una entidad sin referencia a la realidad externa, Lorca no intenta fusionar experiencias conscientes y subconscientes. . poesía. ; tampoco está de acuerdo con la separación de la poesía del contexto real.

Evitó usar el término surrealismo para describir parte de su poesía, y en cambio comentó que su poesía contenía pura emoción que no estaba controlada por la razón sin perder la referencia a la realidad externa. Sin embargo, la influencia del surrealismo apareció en el uso del poeta de la libre asociación y el simbolismo sin restricciones por la lógica. De hecho, es el predominio de los símbolos positivos y negativos lo que distingue a la poesía de Lorca del resto, y en Poeta en New York este sistema de símbolos se vuelve muy complejo.

Como tal, Lorca, como muchos otros miembros de la generación de 1927, utilizó con frecuencia imágenes surrealistas en su poesía. Sin embargo, no se le considera un líder del movimiento surrealista en la poesía española.

Origen y Antecedentes Literarios

Como se mencionó anteriormente, la principal inspiración de Lorca para esta colección de poemas vino de adentro. Lorca parecía estar buscándose a sí mismo cuando viajó a Nueva York, pero de lo que no se dio cuenta en ese momento fue que estaba dejando su mundo natural personal por un entorno que suprimía toda la naturaleza y la vitalidad.

Su viaje a Cuba y su regreso a España en 1930 marcaron su regreso a lo que él veía como un mundo más natural, libre de las presiones de las ciudades modernas. Después de regresar a un entorno de habla hispana, Lorca volvió a su antigua vida, volviéndose positivo y enfocado en lo que estaba pasando.

Los artistas que más influyeron en Lorca en su momento fueron Salvador Dalí y Luis Buñuel, con los que mantuvo una estrecha relación personal antes de marcharse a Nueva York. En la revista seminal Gallo, que fundó en 1928 y editó por él, Lorca reconoció la influencia de Pablo Picasso, Joan Miro, Jean Arp, Le Corbusier (Charles Edouard Jeanneret), Paul Eluard, Louis Aragon, Jean Cocteau, Igor. Fyodorovich Stravinsky, Andrei Breton y muchos otros. No cabe duda, por tanto, de que Lorca fue una figura clave entre los escritores más vanguardistas de Europa, cuando los poemas que compuso se recopilaron más tarde bajo el nombre de Poeta en Nueva York. Su influencia es evidente en la obra, aunque, como se mencionó anteriormente, Lorca estaba fuera de la corriente principal del surrealismo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *